Día 3: Phnom Penh (parte 2)

Empecemos por el final: la comida/cena en el restaurante de David.

Rollo “rey de los tallarines” detrás de Plaza de España pero en vez de lavarte las manos en una concha gigante lo haces en un pasillo al lado de una señora durmiendo tumbada en el suelo.

Hasta ahora no habíamos probado comidas que nos flipasen de verdad y ha sido todo un descubrimiento; lástima que mañana nos vayamos. En realidad aquí se comen muchas hierbas, y digo hierbas porque se trata de hojas de varios tipos. El curry de ayer llevaba flores también, es algo bastante típico. Si no camuflas el sabor con el curry te parece comer césped. Lástima que no tengamos 4 estómagos rollo vacas… se hace un poco dificultosa la digestión 🙂

Rebobinando: esta mañana hemos ido al museo del genocidio Tuol Sleng, que fue la prisión S-21. El edificio en si es representativo de una de las páginas más tétricas de la historia del país. Estamos hablando de los crímenes cometidos por los jemeres rojos entre el ’75 y el ’79 bajo el mando de Pol Pot. Allí murieron 12.000, posiblemente 20.000, personas que antes habían sido detenidas sin motivo y torturadas para sacarles confesiones inducidas. En todo el país hubo más de 2 millones de víctimas.

Ha sido duro. El museo está muy, muy bien hecho y la crónica de los eventos va de lo general a lo particular, poniendo nombre y cara a algunas víctimas. Es imposible no sentirse absorbido por el lugar. La ideologia de partido llevó a evacuar las ciudades, que quedaron hechas escombros, imponiendo una economía agraria que nunca se consiguió llevar a cabo. Tanto la clase alta como la clase media fueron aniquiladas, destrozando por completo el tejido social. He entendido mejor el porque es tan poliédrica la ciudad.

Después del museo hemos visitado el mercado ruso, otra telaraña de puestos, con productos un poco distintos respecto a los de ayer, que van de los metalmecánicos a los bolsos de piel de serpiente o a tejidos de seda.

Día 2: Phnom Penh (parte 1)

Alle 9.30 eravamo in marcia. La valigia non era ancora arrivata cosicché sono stata per oggi il Mini-Me di Antonio cosa che ha degli aspetti non indifferenti di praticità. 

Il primo impatto è come uno schiaffo in faccia. La città ha una pianificazione urbanistica ma non ha “forma”. La maggior parte degli abitanti vive in edifici di 2-3-4 piani simili ad alveari. Al piano terra negozi di vario genere e al primo e secondo piano appartamenti. Non mancano mai i balconi, hanno quasi tutti una grande porta finestra con inferiate e superiormente delle mini aperture per l’aria. Affianco a questi edifici modesti ci sono i palazzoni degli hotel, alti, in calcestruzzo. Poi ci sono i jolly, note stonate, edifici che ti spiazzano come il primo qui in basso:

Il traffico è incredibilmente congestionato e attraversare la strada arriva ad essere seriamente pericoloso; anche i marciapiedi vengono utilizzati come corsie extra! L’odore di smog è intenso, come in tante città in Asia, ma a me sorprende sempre.

La povertà è dilagante. Cumuli di pattumiera si affastellano progressivamente durante le ore del giorno per essere sgomberate di notte, lasciando scie maleodoranti sui “marciapiedi” per chi li percorrerà la mattina dopo. Questo accade ovunque.

Bambini scalzi o con scarpe molto più piccole dei loro piedi, 4 persone senza casco su un motorino (questo succede pure a Bari)… Insomma tante piccole e grandi cose che fanno riflettere.

Riflettendo riflettendo siamo arrivati al mercato centrale, un edificio iconico in città costruito dai francesi nel 1937, guardate queste foto storiche. Ragazzi, non so da dove iniziare. E’ uno spaccato della vita quotidiana della gente di qui. Ha una pianta a croce greca ed ogni braccio ha commerci specifici: alimentari, abbigliamento, tecnologia… e nel centro una cupola in calcestruzzo con punti vendita di gioielli. Tra i bracci costruiti ci sono all’esterno altri corridoi con mille altri settori, religiosamente suddivisi. Un’esplosione di odori e olezzi, giuro che ogni bancarella meritasse una foto. C’era cibo freschissimo, ancora vivo, appena ucciso, o bello che morto. Alcune delle bancarelle conservano i prodotti con il ghiaccio che si vende nel mercato stesso.

C’erano anche tantissime bancarelle con prodotti essiccati, essiccano la qualunque. Uno dei bracci esterni è dedicato alla ristorazione, acqua corrente non ce n’è quasi e lavano le stoviglie in bacinelle varie, alla gente non gliene frega niente e mangiano contenti.

Quando abbiamo visto un secondo mercato abbiamo capito perché questo lo chiamano “centrale”. Bancarelle non ce n’erano, c’erano delle specie di panchine con i venditori accovacciati tra i prodotti che vendevano, vivi e morti. I percorsi strettissimi con lo scolo di acqua e sangue nel mezzo. Credo che il mercato Ballarò di palermo potesse essere simile a questo cent’anni fa.

Un’immagine mi è rimasta impressa: una signora seduta a gambe incrociate, incorniciata letteralmente da galline vive starnazzanti, con una manciata di colli di galline spiumati in mezzo alle gambe. Mi sono vergognata di fotografarla e come lei tutti gli altri in questo mercato.

Poi abbiamo visto la prima pagoda del viaggio: Wat Phnom e imparato che di bastoncini di incenso ne devi mettere almeno tre per Buddha altrimenti nan si fatt nudd (no has hecho nà de nà). La verità vergognosa è che la cosa più significativa è stato un altare all’esterno che oltre all’immagine sacra aveva delle specie di bersagli luminosi verdi e rossi psichedelici.

Segue il lungofiume Tonle sap, un affluente del Mekong, marroncino come il Mekong. È una specie di parco lineare, la gente letteralmente ci vive, ho visto una lezione di aerobica fantastica.

Infine c’è stata la Wat Ounalom. Era chiusa la pagoda però era aperta l’area sacra, se così si chiama. Tutta l’area è urbanizzata, originariamente qui si alloggiavano solo i monaci(fino a 500), ad oggi ci sono anche case di nuova costruzione, un peccato.

Día 1: odisea en Bangkok camino a Camboya

Como en cada uno de nuestros viajes hay que esperar un contratiempo inicial. En Indonesia dormimos en casa de un local que estábamos convencidos nos hubiera robado (y fuera a matar esa noche); en Islandia se rompió el coche de alquiler camino a Reikiavik en medio de la nada más absoluta y a medianoche (0°C). En el caso de hoy estamos hablando de un pequeño retraso del vuelo Bruselas – Bangkok, una media hora. Llegamos a la zona de tránsito una hora antes del despegue para hacer el control equipaje…. Pero en una hora llegamos fijo…. no???

Aquello era la mezcla de un Madrid Barcelona, con bazar árabe y todo esto administrado por un mono. Se pasaba de esta cola de 80-100 metros:

bastante civilizado (y climatizado), a una habitación sin aire acondicionado ni ventanas, de seis metros por seis, con una densidad de seres humanos flipante. Había dos detectores de metales para todos los tránsitos, en Bangkok, en verano. La gente estaba súper impaciente, todo el mundo empujando y pasando por debajo de las barreras. Agobiante. Niños llorando, alemanes desesperados colándose como no haría ni el peor cozzalo italiano… Cuando por fin pasamos el control (15min para la salida) empezamos a correr como locos hacia la puerta de embarque. Antonio con los cordones desatados, sin cinturón y con los pantalones que se le caían. El aeropuerto de Bangkok es una especie de cruz gigante, teníamos que correr de los pies a la última punta del clavo de cabeza (un km y medio).

Con mi famosa forma física ha sido una proeza. Encima llevábamos el polar, las bufandas y el plumas, en Bangkok, en verano. Inútil decir que no llegamos a tiempo. Después de una buena polémica con las azafatas de Thai, las únicas tailandesas que no sonríen en el mundo, conseguimos sitio en un vuelo de otra compañía. Primero nos dicen que deberíamos ir a recoger nuestro equipaje y facturar otra vez, imaginaos el terrorluego nos aseguran que las mochilas estarán en nuestro mismo avión. Llegados a Phnom Penh no ha llegado ninguna de las dos. Encontramos de coña la de Anto en el lost and found, de mi mochila no se sabe nada!!! Pues ná ya veremos si la encuentran, cogemos un tuk tuk y venimos al hotel. Toda una experiencia pero no inesperada! Ahora sólo deseamos que el calefactor se ponga a trabajar y vamos a dar un paseíto! (Yo con los calzoncillos de Anto voy a estar muy sexy)