Empecemos por el final: la comida/cena en el restaurante de David.
Rollo “rey de los tallarines” detrás de Plaza de España pero en vez de lavarte las manos en una concha gigante lo haces en un pasillo al lado de una señora durmiendo tumbada en el suelo.
Hasta ahora no habíamos probado comidas que nos flipasen de verdad y ha sido todo un descubrimiento; lástima que mañana nos vayamos. En realidad aquí se comen muchas hierbas, y digo hierbas porque se trata de hojas de varios tipos. El curry de ayer llevaba flores también, es algo bastante típico. Si no camuflas el sabor con el curry te parece comer césped. Lástima que no tengamos 4 estómagos rollo vacas… se hace un poco dificultosa la digestión 🙂
Rebobinando: esta mañana hemos ido al museo del genocidio Tuol Sleng, que fue la prisión S-21. El edificio en si es representativo de una de las páginas más tétricas de la historia del país. Estamos hablando de los crímenes cometidos por los jemeres rojos entre el ’75 y el ’79 bajo el mando de Pol Pot. Allí murieron 12.000, posiblemente 20.000, personas que antes habían sido detenidas sin motivo y torturadas para sacarles confesiones inducidas. En todo el país hubo más de 2 millones de víctimas.
Ha sido duro. El museo está muy, muy bien hecho y la crónica de los eventos va de lo general a lo particular, poniendo nombre y cara a algunas víctimas. Es imposible no sentirse absorbido por el lugar. La ideologia de partido llevó a evacuar las ciudades, que quedaron hechas escombros, imponiendo una economía agraria que nunca se consiguió llevar a cabo. Tanto la clase alta como la clase media fueron aniquiladas, destrozando por completo el tejido social. He entendido mejor el porque es tan poliédrica la ciudad.
Después del museo hemos visitado el mercado ruso, otra telaraña de puestos, con productos un poco distintos respecto a los de ayer, que van de los metalmecánicos a los bolsos de piel de serpiente o a tejidos de seda.
Para acabar hemos ido al palacio real, “veri old, veri old”, 1866. Es un recinto muy grande con varias pagodas, unas dedicadas al culto buddista y otras representativas de la familia de los kings. Es una arquitectura difícil de interpretar para mi, me hubiera gustado que hubiese un guía, una audioguía o al menos paneles para entender algo.
Lo que sí he podido apreciar han sido los occidentales esparramados y descalzos en las sillas de madera del soportal del templo, gozando el contacto de las plantas de los pies con el mármol fresco. Caras deshechas, pies cachopo. Yo también eh, aquí hay 33 grados de caloraco húmedo! (Si D., ai templi si entra scalzi).
El templo está rodeado por un soportal (una stoá) con unos frescos preciosos, eso sí: restaurados rollo Ecce Homo de Martínez.
Van pasando los días y vamos perdiendo el miedo a comer en sitios cutres. No descarto las patas de rata fritas del carrito debajo del hotel para desayunar mañana, justo antes de ir a luchar contra los mosquitos en Battambang.